La niña tendría unos seis años; no sabía leerni escribir y tampoco entendía a qué serefería al hombre mayor que le dijo que quería acostarse con ella. Su ignorancia no le sirvió de nada: la niña trabajaba en unburdel y el hombre consiguió lo que quería a cambio de un poco de dinero. Fue su primer cliente.
Dentro de la desgracia, al menos a la niña no la vendieron sus padres, como sí hacen otros tantos. Esta práctica es más común en otros países asiáticos como India. Todo lo demás se desarrolló según la trágica pauta en estos casos;"Al principio me hablaban con suavidad", recuerda con lágrimas en los ojos. "Pero luego me violaban, y, al hacerlo, también me daban palizas".
Éste no es un caso único. En Svay Pak, un pequeño pueblo a las afueras de la capital camboyana Phnom Penh, ha imperado durante años la cultura del sexo con chicas preadolescentes. Las esquinas de sus calles estaban llenas dehombres vendiendo la virginidad de "sus chicas" a otros turistas. El relato de la niña anónima arriba recreado es solo uno de tantos recogidos en un trabajo de la CNN desvelando la (ahora decreciente) prostitución infantil de este enclave.
Es un buen caso porque cumple, paso por paso, la lamentable fórmula de cada una de estas chicas. Un día ella estaba jugando por la calle cuando se le acercó un hombre preguntándole si estaba sola y si podían hablar unos minutos. Al poco, se encontró trabajando en un burdel, en una habitación que recuerda a una celda: el vídeo la muestra de un color rosa que hace años que perdió su tono fuerte, de gruesas paredes sin ventanas, de unos 2x2 metros, únicamente decoradas con una cama mohosa. Es solo uno de los muchos cuartos que tenía el burdel; la única excepción eran los baños, con barrotes en las ventanas, incrementando la sensación de estar encerrado.
Dos niñas caminan por una calle de Phnom Penh. (AP/Andy Eames)
Afortunadamente, su historia se escribe en pasado. Si hay un final feliz a estas vivencias, la de esta chica lo ha conseguido. Ahora tiene 18 años y ha vivido para ver cómo decaía la red de tráfico de vírgenes que marcó su infancia. Ha encontrado refugio gracias a un ciudadano estadounidense llamado Don Brewster, que se mudó a Svay Pak con su mujer hace unos años para montar un albergue que dé acogida y rehabilite a estas chicas. "Es una maldad imposible de entender", explica Brewster. "Las niñas sufren tanto, con tanto dolor, que es imposible que el hombre que las está violando no se dé cuenta".
Brewster cuenta a las cámaras de CNN que las cosas han cambiado. Sigue existiendo un núcleo muy oscuro en Svay Pak, pero hay que buscarlo para dar con él. Ya no se produce de manera tan descarada, lo que supone un paso importante en el largo camino para enterrar un hábito tan arraigado. "Si te quedas en la superficie, dirías que ya no pasan estas cosas, pero justo ayer rescatamos a una niña de cinco años aquí", explica Brewster.
Fuente: CNN
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